Mi nombre es Lia Colombino y hago muchas cosas. En el ámbito profesional soy museóloga por la Universidad de Valladolid (2002), pero también escribo, investigo, edito y enseño.
Crecí en un ambiente lleno de libros, proyectos de arquitectura y obras de arte. De mi madre: Beatriz Chase, comprendí la diversidad de los espacios y la importancia del medio ambiente y la ecología como cuestiones trasversales a cualquier actividad.
Fui parte de un taller de escritura en Buenos Aires, durante cuatro años. Allí, de la mano de Gabriela Yocco, me adentré en el mundo de los talleres de escritura creativa. En Buenos Aires, además de mis actividades de estudiante, vi cine, leí mucho, estudié guitarra (cosa que jamás pude hacer, tocar la guitarra) y aprendí a vivir en una ciudad enorme.
Asistí durante ocho años a un seminario que hoy se llama Espacio/Crítica, un espacio de aprendizaje que no me dio un título pero donde más aprendí gracias a Ticio Escobar.
Tengo talleres de escritura desde el año 2000, por mi taller pasaron muchas personas que solo querían expresarse con la palabra y otras que querían publicar lo que escribían, y lo hicieron con muy buen resultado.
Escribí para revistas en Asunción y esporádicamente en otros lugares, también para libros escolares. Escribo cosas para mucha gente y escribo cosas dirigidas a públicos más específicos dentro de varios campos o disciplinas relacionadas con el arte y la cultura.
Como parte de mis tareas, dedico un tiempo de mi semana a la Fundación que creó mi padre: Carlos Colombino Lailla. Trabajo en el Centro de Artes Visuales/Museo del Barro, lugar que me enseñó mucho de lo que hago actualmente. Tanto él como Ticio Escobar y Osvaldo Salerno fueron mis maestros. Hoy me desempeño como directora del Museo de Arte Indígena de esta institución.
Me vi envuelta en decenas de proyectos de gestión, arte y cultura. Edité libros, curé exposiciones, dirigí proyectos, creé otros como Ediciones de la Ura (con artistas y profesionales) y Tragaluz Espacio Transversal.
En La divina comedia, Dante dice que a Lia el hacer complace, y es verdad. En mi nombre se guardaba, sin saberlo yo, la condensación de mi misma.
«Sepan los que preguntan por mi nombre
que soy Lía, y que voy moviendo en torno
las manos para hacerme una guirnalda.
Por gustarme al espejo me engalano;
Mas mi hermana Raquel nunca se aleja
del suyo, y todo el día está sentada.
Ella de ver sus bellos ojos goza
como yo de adornarme con las manos;
a ella el mirar, a mí el hacer complace.»